Un tercio de entrada en la segunda de abono de San Buenaventura en Moraleja en un festejo en el que el ganado estuvo por encima de los novilleros. Los novillos de Hernández Pla San Martín estuvieron bien presentados aunque desiguales y el primero de ellos más pequeño que  los restantes.

El pacense Paco Chaves, al primero de su lote, un novillo pequeño y  noble, le saco faena, aunque hubo más torero que toro. Compensó su faena con tres buenos pares de banderillas y eso siempre le agrada al público. Mató de un pinchazo y media estocada  y fue generosamente  obsequiado con una oreja.

El segundo, de mayores proporciones que el primero, demostró ser mas toro y se dejó torear, pero Chaves no se lució con él. Lo mejor,  la gran estocada que le propinó y que hizo caer al astado de forma fulminante.

El valenciano José Arévalo tuvo como primer rival a un novillo de nombre Trigo, sobrado de fuerzas y que llegó a derribar al caballo en la suerte de varas. Arévalo le toreo en redondo en una bella faena y se propuso matarlo cuando le pudo desarmar en dos ocasiones. Le dio una estocada mortal, magnifica, merecedora de la oreja que le dio el público.

Su segundo, de nombre Campanito, recibió tres buenos pares de banderillas que llenaron de aplausos la plaza. Le brindó a Victorino Martin una faena que inició de rodillas y que continuó con naturales rematados de pecho. Moraleja vio lo mejor de la tarde en este quinto por que el novillero se entregó y supo ganarse al tendido. Pero como no todo iba a ser perfecto, falló al matar y la mejor faena de la tarde se quedó en una ovación con vuelta al ruedo.

Luis Martín se enfrentó a un toro que le dio dos avisos por el pitón derecho y eso le obligo a hacer una faena rápida para matarle cuanto antes. Mató de un pinchazo y una estocada y el público presionó a la presidencia para que le obsequiara con una inmerecida oreja. Su segundo, de nombre Bollero y bizco de pitón, fue el que se disgregó de la manada en el encierro matinal. Entró con mucha fuerza al caballo y el picador le castigó en exceso. El novillero quiso sacar faena al toro, pero dos avisos que le dio por el pitón derecho fueron  suficientes para que el astado le convenciera de lo contrario. Un puntazo que le alcanzó el muslo de la pierna izquierda fue determinante para acortar la faena, que se terminó de venir abajo con varios intentos fallidos con el estoque.