El naturalista y responsable de la Asociación 'Trashumancia y Naturaleza', Jesús Garzón, afirmó que los pastos extremeños y el pastoreo asociado a ellos son "fundamentales" en la lucha contra el cambio climático.

Garzón explicó a Europa Press que los pastizales se consideran "los mayores sumideros de CO2", por encima de los bosques; mientras que la trashumancia, que se remonta a la Prehistoria, permite transportar "toda clase" de semillas y abonar el terreno para mantener la biodiversidad del territorio.

   Jesús Garzón, quien fue director general de Medio Natural de la Junta de Extremadura entre 1984 y 1987, indicó que los pastizales extremeños poseen una riqueza "de las más alta del planeta", debido a las propiedades de captación de gases contaminantes de las gramíneas y los matorrales.

   Subrayó que Extremadura dispone de hasta 40 especies de plantas diferentes por metro cuadrado "perfectamente" adaptadas a las condiciones adversas del terreno, como la lluvia, la sequía y el calor. Éstas, a su vez, dependen de la actividad del pastoreo para su mantenimiento.

   Al respecto, explicó que el movimiento de ganado genera tres kilos de excremento al día, en el caso de las ovejas, y 30 en las vacas. Se trata de unos abonos que se encuentran llenos de "miles de semillas" que regeneran el suelo y mantienen la calidad de los pastizales.

   Por ello, Garzón quien dirige desde 1993 un proyecto 'Life' de la Unión Europea para la recuperación de la trashumancia mediante la Asociación 'Trashumancia y Naturaleza', afirma que esta actividad es "fundamental" en el mantenimiento de biodiversidad extremeña.

   Recalcó que los pastizales representan unos "sumideros de dióxido de carbono mejores que los bosques", debido a que la masa de los pastos acumulan el gas en el subsuelo. De este modo, se convierten en "la gran alternativa para luchar contra el cambio climático".

   Según Garzón, estas comunidades vegetales representan la tercera parte de los continentes y, además, producen alimento, un elemento "esencial" para la lucha contra el hambre en el mundo.

VÍAS PECUARIAS

   El ganado que se mueve a través de las cañadas y vías pecuarias transporta "grandes dosis de fertilidad" debido al estiércol, y las semillas que este contiene, a lo largo de "cientos de kilómetros".

   El ganado anda una media de dos kilómetros por hora y recorre unos 20 kilómetros de camino al día, de manera que la red de vías se convierte en un entorno de "gran interés biológico".

   El naturalista hizo referencia a un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid que demostró que un rebaño de 1.500 ovejas y 150 cabras, desde Malpartida de Plasencia (Cáceres) a los Picos de Europa, transportó unas 4.500 semillas por cabeza y día.

   De este modo, las semillas del Parque Nacional de Monfragüe, que viajaban en la lana de los rumiantes, se repartían en un radio de hasta 100 kilómetros fuera de los límites del parque.

   Las vías pecuarias también son corredores ecológicos de "alto valor ecológico" por los que se trasladan las especies salvajes, que se mueven alejados de los peligros de las carreteras, como los chotacabras, los conejos y los linces ibéricos. También son importantes para especies de llanura, como las avutardas, los sisones y las canasteras.

   Jesús Garzón hizo hincapié en que estos corredores dependen, de manera directa, de las trashumancia, teniendo en cuenta que la biomasa generada en la ellas es consumida por el ganado como alimento. En caso contrario, las vías serían ocupadas por la agricultura y el matorral bajo y las plantas más vastas y fuertes ahogarían a las finas.

CABRAS EN CÁCERES

   Los pastos, a través de la lluvia y el sol, generan una "elevada" cantidad de materia orgánica que es aprovechada por el ganado y que, en caso de no ser consumida, provocaría un riesgo "elevado" de incendios en los meses de verano.

   Para Garzón, es "indispensable" el fomento del pastoreo de cabras, por ejemplo, en las zonas del norte de Cáceres donde los efectos de los incendios han sido más agresivos, como la Sierra de Gata y Las Villuercas y el Valle del Jerte.

   Concretó que el ganado, al aprovechar los pastos, "recircula" la energía del sol y la lluvia a través del estiércol, que también fertiliza el suelo y mantiene su calidad.

   "Es una cadena fundamental para el mantenimiento de los ecosistemas, sobre todo en el suroeste peninsular", señaló Garzón.

   No obstante, al llegar abril y secarse el campo, el ganado debe abandonar los terrenos del suroeste, teniendo en cuenta que el terreno se seca y los excrementos contaminan las aguas y los arroyos.

   En este momento, comienza la "aventura de los trashumantes", que abandonan las tierras extremeñas a finales de abril y se dirigen a Castilla y León y la Cordillera cantábrica.

   La diferencia de clima entre Extremadura y el norte peninsular es de entre cuatro y seis semanas y la subida de los pastores coincide con el momento en el que acaba la primavera en la región. Esto hace que los trashumantes vivan en su camino en una "primavera constante".

   El camino concluye en verano en las montañas, donde el deshielo acaba de concluir y el pasto vuelve a encontrar la hierba fresca y verde que necesita.

TRADICIÓN EN AUGE

   De manera tradicional, los trashumantes extremeños han subido con las ovejas merinas hasta los espigaderos de Castilla y las montañas de León, aunque las enfermedades registradas en la última década, como las vacas locas y la lengua azul, han reducido el número de personas dedicadas a esta práctica tradicional.

   No obstante, el Gobierno central, consciente de los beneficios que la actividad en el medio ambiente y la economía rural, ha iniciado una campaña de apoyo y ayudas que beneficia a los trashumantes.

   El futuro del pastoreo nómada "se presenta con mucha esperanza", según Jesús Garzón, quien afirmó que la próxima década será "revolucionaria" en cuenta al número de familias que vuelven a dedicarse a la trashumancia.

   Este fenómeno, según dijo, ya ha comenzado a detectarse en comunidades como Andalucía y Aragón.