El movimiento internacional Slow Food confirma su presencia en todo el territorio español con la creación de una asociación en Extremadura, la única comunidad autónoma del país que estaba pendiente de adherirse a esta causa, y que centrará sus esfuerzos en "frenar" la expansión de las "todavía muy escasas" producciones transgénicas en la región.

El Convivium Extremeña de Slow Food cuenta por el momento con 18 miembros, la mayoría del sector de la hostelería, y su labor es la salvaguarda de las tradiciones gastronómicas regionales, con sus productos típicos y métodos de cultivo, en contraposición a la "estandarización" de la Fast Food o comida rápida.

Según Europa Press, el miembro de este movimiento en la región Domenico D'Eusanio detalla que, aunque Extremadura "ya está considerada" como una zona Slow, por la "gran calidad" de sus producciones agroganaderas, la asociación trabajará para que las "pocas" hectáreas que aquí se dedican a los cultivos transgénicos "no vayan a más".

"Sería interesante", resalta, que Extremadura "pudiese ser declarada como región libre de transgénicos", a pesar de que la producción de este tipo de alimentos está permitida por la normativa española, de modo que el "enorme potencial" agrícola y ganadero de la región "no se pierda" y sus beneficios reviertan en la salud de sus habitantes.

Durante la presentación del movimiento en la región, Domenico D'Eusanio estuvo acompañado por el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Mérida, Julio César Fuster, y por el presidente y la vicepresidenta del Convivium de Extremadura, los cocineros Justo del Amo y Soledad Ortega, respectivamente.

El movimiento Slow Food, indica D'Eusanio, fue fundado en Italia hace 20 años y actualmente tiene presencia en más de 80 países, repartidos por todos los continente del planeta. Es, además, "asesor" de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) para temas relacionados con las políticas agrarias en países del Tercer Mundo, indicó.

Su filosofía es la de "proteger" las producciones agrícolas y ganaderas tradicionales, frente a la introducción de alimentos no autóctonos, para evitar que se "pierdan" las tradiciones culinarias de los pueblos y con ellas "parte de su idiosincrasia".

Para ejemplificar cómo trabaja el movimiento, Domenico D'Eusanio explica que otros convivium españoles de 'Slow Food' han promovido en sus respectivos municipios la creación de los llamados 'Mercados de la Tierra', espacios donde los productores pueden vender sus productos directamente al consumidor final, "eliminándose los intermediarios y mejorando sus ingresos".

Así, los ganaderos y los agricultores pueden seguir apostando por ciertos productos que, de otro modo, podrían "desaparecer", al ser considerados "poco rentables". Este tipo de alimentos "en vía de extinción, por razones económicas o por restricciones de las normativas europeas", están catalogados por el movimiento como 'Baluartes Slow Food'.

Otro ejemplo de la labor de 'Slow Food', añadió, está en el "logro" conseguido por el Convivium de Sevilla que ha logrado que en los menús de los comedores escolares de la ciudad se sirvan productos ecológicos.